viernes, 15 de marzo de 2013

Galletas decoradas de comunión


Como me fascina de un tiempo a esta parte la imaginación que se puede aplicar al diseño de galletas y su decoración para acontecimientos importantes en nuestras vidas. Si por entonces hubiese tenido la facultad de hacerlas, sin duda en la comunión de Miguel hubiese regalado algo tan cuco y atractivo como estas galletas que hoy os traigo.
Hoy no tenemos nueva receta, solo imágenes de unas galletas de comunión para niña, para las que he utilizado la receta de masa vista aquí y la de glasa vista aquí
Así que sin mas, vamos con la continuación de nuestra historia.




James es muy atractivo, atlético y fibroso bajo un traje de corte elegante gris marengo. Tendrá alrededor de cuarenta años. No excesivamente alto y con el cabello oscuro y fuerte cortado a cepillo. Lleva barba de tres días y camina ligero, como con prisa entre los transeúntes que pueblan las aceras. Le vemos acercarse desde Queen Victoria Street (premonitorio) en tanto degustamos un desayuno inglés. Su pronta llamada nos ha obligado a salir precipitadamente del hotel.
James Lamberth -se presenta, mientras nos levantamos a darle la mano-. Soy el actual propietario de la casa de Wipping Lane, -concluye en un tosco español. Se sienta tras dejarnos un varonil olor en las manos que ha estrechado. No dispone de mucho tiempo así que habla precipitadamente de aquello que nos ocupa.
James Culligam era su abuelo por parte materna. En aquel entonces debía de tener trece años y vivió hasta los setenta y siete, edad en que un linfoma pulmonar se lo llevó. Sus últimos años evocó con mimo períodos de su historia que dejaron memoria en James, su nieto, sobre todo, aquellos en los que narró su experiencia en la panadería de Wipping Lane. Escuchamos absortas la disertación sobre aquellos maravillosos años, en los que acudía con frecuencia a la tahona de Victoria para divertirse con Julen , Suri y María del Carmen. Pese a las reprimendas paternas, él desobedecía reiteradamente y solícito se presentaba para recibir galletas, un trozo de bizcocho o un vaso de leche. Echaban la tarde en la merienda y corrían por la trastienda; se enharinaban sus resplandecientes rostros y hundían las manos en la masa del pan cuando estaba tierna y esponjosa. Su felicidad se circunscribía a esas cuatro paredes, alejadas del insistente ulular de las sirenas, de los motores abandonados de los vehículos en la calzada, de los histéricos gritos de los padres que perdían a sus hijos entre la multitud enloquecida. Nada podía perturbar sus sonrisas imperecederas y hasta la caída del sol se entregaba con ellos a divertidas aventuras infantiles propias de su edad.
El abuelo confesó en secreto su amor por Suri; cómo le cautivó su aire triste y melancólico, sus delgadas piernas y su huidiza mirada. Coincidieron durante unos pocos meses, pero fueron intensos al decir del abuelo, no en vano dejaron grabadas sus muescas en un banco del parque próximo a la casa, donde indelebles permanecen hasta nuestros días. El discurrir de los acontecimientos les alejaría inexorablemente y el devenir de ambos acabaría por separarlos definitivamente tras la puesta en marcha de la operación conocida como Pied Piper, que tendría lugar el primero de septiembre de 1939.
Hasta allí sabía de una relación apenas iniciada, pero prometió narrarnos qué ocurrió con su abuelo en fechas posteriores, si aceptábamos su invitación a cenar para ese mismo día. Accedimos gustosas y expectantes por conocer algo más de aquel amor infantil truncado por la guerra.
Empleamos el resto de la jornada dilucidando si estaría casado, si siempre era tan formal y si en verdad tenía interés en informarnos o era simple galantería. Por el momento no nos preocupó y sí nuestro aspecto; así que con la decisión de Carlota nos precipitamos en una boutique, nos gastamos una pequeña fortuna en modelos pret a porter, nos metimos en una peluquería para arreglar el desaguisado de la lluvia y la bruma de Londres y aparecimos por el hotel con el tiempo justo para tomar una taza de té, leer una carta de Victoria y tomar un taxi.




Querido Andrew:
De aquella casa que dejaste, sombría y solitaria, no queda nada. De un tiempo a esta parte los niños juegan y ríen en cada rincón alegrando una existencia que bien necesitada estaba de júbilo. Es cierto que en ocasiones me agotan; pero ¿no es peor el tedio o el miedo?. Los quehaceres se multiplican y aunque gracias a Annie nos repartimos las tareas, no es menos cierto que tantas bocas exigen un esfuerzo mayor. Lo hago con entusiasmo, viendo sus caritas sonrientes. Entre ellos combaten sus penas y tanto Suri, como Julen, así como María del Carmen, por fin, parecen felices. A la fiesta se ha sumado James, ¡qué muchacho! Le veo rondar a Suri y no puedo dejar de enternecerme ante la terrible perspectiva que les aguarda. Es encantador y en sus vanos intentos por atraer el afecto de Suri no encuentra frustración sino insistencia. En parte me recuerda a nosotros en los albores de nuestra relación. El ensimismamiento de Suri ha ido relajándose y se presta a algunas pequeñas diversiones que en sus primeros días con nosotros estuvieron ausentes. Y ya he descubierto alguna tenue mirada y algún perdido suspiro cuando tarda en aparecer. Hombro con hombro aguardan las tardes en que sentados al fuego formando un corro, alguno de nosotros ausculta su memoria y trae de recuero algún cuento de su infancia. Con ellos dormimos a María del Carmen y nos solazamos ahuyentando los fantasmas de una guerra en el umbral de nuestras vidas. Uno de ellos quiero compartirlo contigo y quizás donde te encuentres, en un húmedo barracón habitado por la tristeza y el aburrimiento, retornes a una infancia que jamás debimos perder.
Cuenta Julen y callamos todos.
“En un día caluroso de un seco verano, dos patitos se encontraron en un recóndito lugar del País de los Cuentos. Ambos eran muy amigos aunque de aspecto distinto. Caramelo, que así se llamaba uno, tenía el plumaje de un color dorado claro. Por el contrario, Chocolate, era marrón muy, muy oscuro. Los dos amaban la música y hablaban cantando.
Aquel día en que fueron a bañarse al estanque se encontraron a Café, un buen amigo que siempre estaba contento, pero que en ese momento lloraba desconsolado.
  • Querido patito, color de café, ¿por qué estás tan triste?, quisiera saber- preguntó Chocolate.
  • Perdí a mi patita, color de café, por eso estoy triste, por eso estaré – contestó Café gimoteando.
  • Anoche la vi, no lejos de aquí, miraba a la luna y lloraba por ti – añadió Caramelo.
Café agradeció la información de sus amigos y cantando partió en busca de su amada, más al punto se volvió y les dijo:
- Para que podamos estar juntos debo encontrar una nota que se ha perdido en mi canción y sin la cual mi querida patita jamás regresará.
Sus dos amigos prestos se dispusieron a buscarla para felicidad de Café y tomado caminos distintos se alejaron.
Caramelo buscaba por campos, montañas y valles; Chocolate por riscos, ríos y cañadas. Y en ésto estaban cuando al cruzar un arroyo, Chocolate se vio arrastrado lejos de la orilla. En su auxilio acudió Caramelo y raudo se arrojó al cauce. Los dos eran empujados con fuerza por la corriente y ninguno tenía con qué sujetarse. Hasta que pendiendo de una rama, Caramelo vio una nota que colgaba. En clave de sol, dos corcheas se balanceaban. Con gran esfuerzo Caramelo la tomó en su pico, prendió una corchea y ayudó a Chocolate hasta que pudo agarrarse a la otra. Remando los dos llegaron a la orilla, donde se tumbaron al sol.
Por la vida de su amigo Caramelo temió y sin dudarlo al río se tiró. Uno y otro, como un solo pato, le llevan a Café su nota de sol y al fin su canción se concluyó. Al momento, salida de la nada, la bella patita apareció, y Café saltaba, reía y lloraba al tiempo abrazado a sus buenos amigos que le habían devuelto a su amada. Con una nota la amistad se fortaleció y siempre recordaron que unidos ambos se salvaron.
Hacía rato que María del Carmen dormía. Annie y yo nos mirábamos emocionadas. Julen se sonreía con un final que ya conocía y James intentaba hacer comprender a Suri el contenido de la narración. Este cuadro costumbrista que se repite insistente muchas noches me hace adorar este hogar, y con mayor fuerza me hace añorarte. ¡Cómo disfrutarías viéndonos solazados en este tiempo de tensa espera! La taza humeando entre las manos, la lágrima pugnando por caer, el palpitar desbocado del amor inacabado. Lo que sea de ellos el tiempo lo dirá, pero ¿y nosotros? Cuanto dolor habremos de sufrir hasta colmar las esperanzas de dicha. Amar en la distancia. También yo busco notas que te traigan a mi lado. En la distancia, siempre tuya. Victoria, a 06 de mayo de 1939.


La curiosidad nos mata. ¿Qué podrá contarnos James que nos desvele el porvenir de Suri y su abuelo? Prometió hablarnos de la operación Pied Piper, pero ¿qué es eso? . Habremos de esperar. Que si James esto, que si James lo otro. Carlota habla que te habla en tanto observo las primeras gotas de lluvia sobre el parabrisas del taxi que nos lleva. El mismo Londres de Victoria y sin embargo, tan distinto.

24 comentarios:

  1. Que pena da comerse algo tan bonito :)

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    1. Da pena la primera, luego quieren mas, o al menos eso dicen mis enanos, jajaja
      Un beso

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  2. Preciosas Ángeles!!!
    Que bien te han quedado...
    Ahora a seguir con el relato...enhorabuena!!!

    Un abrazo,

    María

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  3. Ángeles, qué entradas más originales haces...!! La peña es haberte descubierto tarde porque ya he perdido el hilo del relato...aunq me conformo viendo las maravillas de tus dulces...

    Un besazo

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    1. Hola Ana, no te preocupes, que no es tarde, apenas llevamos 2 meses con nuestro relato, si estás interesada te puedes poner al día desde la pestaña que dice lady Victoria. Allí encontrarás todo el relato de forma continuada y lo puedes leer como si de una novela se tratara. Encantada de que disfrutes con nuestros hobbies.
      Un beso.

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  4. ¡Qué monas las galletas!! Y qué genial el cuento de los patitos!! Si me das permiso, lo voy a imprimir para contárselo esta noche a mis polluelas.

    Besos.

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    1. Permiso concedido, y te informo de que el cuento ha sido creado por mi polluelo mayor, Miguel, tiene doce años y quería colaborar con nosotros en el blog.
      Espero que tus peques lo disfruten.
      Un beso.

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  5. Son preciosas Angeles!Pedazo artista,da un poquillo de pena comerse algo tan lindo¿no?
    Un beso!
    merengue y frambuesa

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    1. Hola Noemí, las primeras si que nos daban un poquito de pena, pero te aseguro que sobre todo a los enanos, ya no les da ninguna.
      Gracias y un beso

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  6. Que bonitas galletas,

    Yo ahora estoy empezando a manejar la glasa.

    Tienes un premio en mi blog.

    Un besote!!!

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    1. Encantada de tenerte por aquí, ya verás como la glasa te acaba enganchando.
      Un beso

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  7. ¡Que chuli tu cuento Miguel!Nos ha gustado mucho.Las galletas una monada.
    Besos!!

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    1. Hola chicos!!!, luego le digo que os ha gustado el cuento, se alegrará un montón.
      Muaack!!

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  8. Gracias por pasarte por mi blog.
    Haces unas galletitas muy bonitas.
    Me hago seguidora.
    *Pilar*

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    1. Gracias Pilar, encantada de tenerte por aquí. Tus pastissets me han encantado.
      Un beso

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  9. Precioso cuento Miguel !!! Y las galletas sigo opinando que da pena comerlas aunque la verdad es que están deliciosas. Besos.
    Rosa

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  10. Gracias Rosa, Miguel está encantado de que os esté gustando tanto a todos.
    Muaack!!!

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  11. Que bonitas galletas, me quedo por aquí, un beso!

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    1. Perdona el retraso en contestar Carmela, no me había llegado mail del comentario. Acabo de verlo.
      Gracias y encantada de tenerte por aquí, un beso

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  12. La verdad, no sabia en que entrada poner el comentario, todito todo tiene una pinta estupenda, pero lo de las galletas me ha dejado alucinada. Cómo puedes dibujar así con azúcar? Que control!!

    En cuanto al mix de dulce y literatura me parece un acierto. Felicidades

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    1. Gracias!!,pero los dibujos con glasa, no tienen tanto mérito, solo es cuestión de práctica.
      Encantada de que te guste nuestro mix, espero que te enganches al relato.
      Un beso

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Me gustan tus comentarios, me encanta leerlos todos, gracias por molestarte en escribirlos.

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